Mirar al pasado o proyectarnos en el futuro puede hacernos olvidar el presente, el momento que pasa y que Dios quiere que vivamos con él. Durante el curso de un día surgen muchas ocasiones en las cuales Aquel que nos da la vida quiere mostrarnos que él está ahí, cercano, lleno de bondad, que nos guarda del mal y nos libera… Está presente en todos los detalles de nuestra existencia, y espera que sus redimidos, a su vez, le agradezcan y lo alaben. El Señor siempre está dispuesto a escuchar nuestras preguntas, incluso ese grito de urgencia en medio de una situación delicada. ¿Pasamos nuestra vida diaria en la presencia del Señor Jesús? Él mismo, el hombre perfecto, dijo a su Padre: “Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:42).

Vivir el momento presente en tal actitud de corazón transforma cada uno de nuestros días. El aburrimiento, la rutina y la monotonía desaparecen dando lugar a la paz, a un recurso permanente en la fuente del amor que está en Cristo.

No siempre es fácil; algunas circunstancias pueden hacer que el momento que vivimos sea pesado, difícil de solucionar, una prueba para la fe… Pero Jesús quiere consolarnos; él llama a la puerta de nuestro corazón para quitar nuestras cargas, secar nuestras lágrimas, escuchar nuestras penas, nuestras preocupaciones. Nos anima a confesarle nuestros pecados, para que pueda perdonarnos. Quiere liberarnos de lo que hace doloroso el momento presente y, en nuestras tormentas interiores, desea inundarnos con su paz. ¡Es un amigo que ama en todo momento! (Proverbios 17:17).