Cuando una paciente le preguntó al doctor Collins en qué creía, este quedó contra la pared. ¡Las ecuaciones de la física ya no parecían suficientes para explicarlo todo… !

¡Darse cuenta de esto fue aterrador para él! Al no poder confiar en la solidez de su creencia atea, se preguntó si tendría que rendir cuentas ante alguien que no fuera él mismo… ¡Ya no podía esquivar la pregunta!

Entonces Collins decidió analizar lo que dicen las principales religiones, pero llegó a la conclusión de que ninguna tenía una base racional. También visitó a un pastor que vivía cerca de su casa para hablar sobre la posible lógica de la fe. El pastor lo escuchó pacientemente y luego le dio un pequeño libro sobre los fundamentos del cristianismo, cuyo autor, un cristiano comprometido, también había sido ateo.

Al leerlo, Collins se dio cuenta de que todo lo que había construido contra la fe cristiana no era sólido. Comenzó su búsqueda espiritual con la esperanza de que confirmara su ateísmo, pero sucedió lo contrario. La fe en Dios le pareció ahora más racional que el «no creer».

Así, a los 26 años, Francis Collins se convenció de la existencia de Dios. Además, se dio cuenta de que infringía constantemente la ley moral de Dios. Su dificultad ya no era solo intelectual, sino moral. Le llevó mucho tiempo convertirse en cristiano, pero terminó reconociendo que Cristo está vivo, oró a él y recibió su gracia.