La Buena Semilla: Jueves 15 Febrero
Jueves
15
Febrero
Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
Jeremías 31:34
Sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Mateo 9:2
Nuestra necesidad de perdón

¿Quién no necesita el perdón para borrar el pasado? ¿Quién no anhela una vida en paz con Dios, y que continúe en el futuro?

Cosas secretas que nos perturban, actos culpables cometidos conscientemente y de los cuales nos avergonzamos, permanecen anclados en nuestra memoria… ¿Quién puede liberarnos de ellos? ¿Nos acompañarán hasta el más allá?

Jesucristo es el único que puede satisfacer esta necesidad de perdón, de paz y de eternidad. Su muerte en la cruz borró los pecados. Cuando él pone su mirada en esas cosas que nos parecen imposibles de olvidar, que no logramos perdonarnos, nos dice: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). “Y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada” (Salmo 32:1). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

Sí, es cierto, Dios perdona, pero primero debemos confesar ante él lo que hemos hecho.

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:7, 9).

Génesis 49 – Mateo 28 – Salmo 22:22-24 – Proverbios 9:10-12