Muchas personas están de acuerdo en que el mensaje de Jesús es universal. Ha atravesado los siglos, aún se sigue leyendo en todos los continentes y siempre es actual. “Amad a vuestros enemigos… como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos… haced bien” (Lucas 6:27-35). Todos reconocen la relevancia de lo que Jesús dijo e hizo. Si cada persona lo viviera, admitamos que la sociedad funcionaría mejor.

Sin embargo, su mensaje no termina con estas palabras mundialmente conocidas. Jesús también dijo: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Juan 6:53). Al oír esto, sus discípulos declararon: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” (Juan 6:60). En efecto, ella es incomprensible para la mente natural.

¿Qué quiso decir Jesús? Había venido a buscar y salvar a los perdidos. Esto requirió la entrega de su vida, su muerte y su resurrección. Comer su carne y beber su sangre significa captar esta verdad para uno mismo, recibirla por la fe y aceptarla, para ser liberado de la culpa ante Dios.

Muchos la rechazaron. Hoy sucede lo mismo. Algunos están dispuestos a recibir solo parte de las enseñanzas de Jesús, pero también hay una parte que se descuida o se rechaza: la necesidad de reconocer que somos pecadores y que necesitamos un Salvador. No nos limitemos a leer y escudriñar parte de la Palabra de Dios. Recibamos su mensaje en su totalidad. ¡Sus palabras son espíritu y son vida!