Un predicador escribió: «La concepción que el mundo tiene de Dios se basa principalmente en lo que observa en aquellos que dicen pertenecer a la familia de Dios. La gente nos lee mucho más que a la Biblia. A nosotros nos ve, pero de Jesucristo solo oye hablar».

Esta afirmación debería interpelar a todo cristiano. Nos recuerda, en otras palabras, lo que el apóstol Pablo dice en el versículo de hoy. Dios no nos pide llevar la carta de Cristo al mundo, sino que seamos esa carta. Una carta es solo un trozo de papel; lo que la hace interesante es lo que está escrito en ella.

¿Quién escribe cada página de nuestra vida? Si permitimos que el Espíritu Santo guíe nuestras actividades y nuestro comportamiento, entonces mostraremos los caracteres de Jesús: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza, justicia, verdad… (Gálatas 5:22-23; Efesios 5:9).

Al final de cada día, preguntémonos: Mi familia, mis vecinos, mis colegas, ¿han visto al Señor Jesús viviendo hoy en mí? (Gálatas 2:20). ¿La página que paso esta noche lleva su firma? Proclamemos el evangelio, por supuesto, pero, sobre todo, ¡vivámoslo!

“A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a estos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquellos olor de vida para vida” (2 Corintios 2:14-16)