«Para mí, el cristianismo es la verdad, no una verdad religiosa, sino la verdad de todo lo que existe. Cuando era joven, era incrédulo. A los 17 y 18 años leí muchos filósofos, y comprendí cuán talentosos eran los filósofos no cristianos… para plantear problemas sin resolverlos.

Un día decidí leer la Biblia. Sin saber nada de ella, empecé por el principio, como haría con cualquier otro libro. Desde los primeros capítulos del libro de Génesis comprendí que debía leerla sin prejuicios, si quería tener la respuesta a los problemas planteados y no resueltos por los filósofos. No sé en qué momento me volví a Dios, pero estoy seguro de que fue gracias a la Palabra de Dios.

Efectivamente, la Biblia es la verdad, y mi conversión consistió simplemente en creer lo que dice acerca de mi estado de perdición y de la salvación en Cristo. Durante los últimos 50 años he estudiado y me he persuadido cada vez más de la verdad del cristianismo y de las respuestas que Dios nos da en la Biblia. Ningún sistema religioso o político, occidental u oriental, antiguo o contemporáneo, ofrece respuestas adecuadas a todas las preguntas humanas, como lo hacen las Sagradas Escrituras».